"Esta muchachita es de azogue", decia Mané, la bisabuela del cabello suave y blanco al estilo del Cristobal Colón, que todos reconocíamos en nuestro libro de primaria, "Nociones Elementales". Y con mucha razón, esa niña no dejaría nunca de moverse y ahora está sentada al otro lado del espejo.
Ese pedazo de vidrio manchado donde en la semi penumbra del cuarto de Viole, desde el tocador de soltera miraba mi reflejo con fascinación, porque en ese entonces las señoritas tenían interesantísimas piezas de mobiliario, donde guardaban cualquier cosa desde cartas de amor hasta polvos perfumados de España, y cuando se casaban compraban otro juego de cuarto, con otra peinadora, que no guardaba nada especial, sólo viejas postales y recuerdos de comuniones, bautizos y funerales.
"No te mires tanto en el espejo, que te va a salir la mona", volvía a increpar Mané con un poco de tribulación en su voz, y yo "cómo estáis palo", tan tranquila, porque a decir verdad, eso sólo le pasó a Alicia y ella vivía en su cuento, esas cosas no suceden en Maracaibo. Y ese preciso día, un diéz de Mayo de 1961, el azogue en el espejo se razgó y me trajo al otro lado, que es oscuro y claro a la vez y desde allí observo al mundo, mi mundo al revés.
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